Ciencias de la Salud

Artículo de revisión

 

La evaluación docente como instrumento de transformación de la práctica académica

 

Teacher evaluation as an instrument for transforming academic practice

 

Avaliação docente como instrumento transformador da prática acadêmica

 

Víctor Raúl Chucho-Cuvi I

victorchuchojuandevelasco@gmail.com

 

Nancy del Rocio Tixi-Cujilema III

rocio.tixi@educacion.gob.ec

 

Paúl Stalin Espinoza Beltrán IV

pespinoza@itsoriente.edu.ec

 

César Antonio Villacis-Uvidia II

cesarvillacisjuandevelasco@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Correspondencia: victorchuchojuandevelasco@gmail.com

 

*Recibido: 25 junio de 2021 *Aceptado: 25 de julio de 2021 * Publicado: 28 de agosto de 2021

 

       I.            Máster Universitario Planificación de Proyectos de Desarrollo Rural y Gestión Sostenible, Diploma Superior en Políticas y Gestión de Sistemas de Salud, Ingeniero Agrónomo, Instituto Tecnológico Superior Juan de Velasco, Riobamba, Ecuador.

    II.            Licenciado en Informática aplicada a la Educación, Profesor de Informática Aplicada a la Educación, Ofimática: Asistencia Administrativa con Manejo de Ofimática, Instituto Tecnológico Superior Juan de Velasco, Riobamba, Ecuador.

 III.            Licenciada en Educación Básica. Unidad Educativa "Luis Ulpiano de la Torre", Ecuador.

 IV.            Ingeniero en Electrónica Control y Redes Industriales, Instituto Tecnológico Superior Oriente, Ecuador

 

 

Resumen

La evaluación es un proceso transversal en el campo educativo, generalmente es poco popular, incomprendida y, comúnmente, incomprendida. Evaluación es un vocablo polisémico, es una especie de "imán semántico" que posibilita disipar ciertas preguntas que emergen en la academia. Esta es una necesidad clara para el evaluador, empero la actitud que causa se prolonga a nosotros mismos, a partir del cumplimiento y el rechazo. En la disputa doctrinal de hoy, este es el problema, que fingía difícil de solucionar. Intentos de evaluar el procedimiento como un proceso incluido en el proceso de educación y aprendizaje. La evaluación de más allá de dichos procesos tal vez representaría una práctica de instrumentalismo, y no solo uno de los aprendizajes. Consideramos la evaluación como una disciplina y paralelamente, es un instrumento de entendimiento para mejorar las capacidades de práctica educativa. En este sentido, la evaluación de la práctica educativa, el proceso de autoevaluación, la evaluación institucional, los criterios de evaluación de la obra y el sistema de evaluación son de importante trascendencia.

Palabras claves: Evaluación; evaluación docente; evaluación educativa.

 

Summary

Evaluation is a transversal process in the educational field, it is generally unpopular, misunderstood and, commonly, misunderstood. Evaluation is a polysemic word, it is a kind of "semantic magnet" that makes it possible to dispel certain questions that emerge in the academy. This is a clear need for the evaluator, but the attitude it causes extends to ourselves, from compliance and rejection. In today's doctrinal dispute, this is the problem, which I pretended difficult to solve. Attempts to evaluate the procedure as a process included in the education and learning process. The evaluation of beyond these processes would perhaps represent a practice of instrumentalism, and not just one of the learnings. We consider evaluation as a discipline and at the same time, it is an instrument of understanding to improve the capacities of educational practice. In this sense, the evaluation of educational practice, the self-evaluation process, the institutional evaluation, the evaluation criteria of the work and the evaluation system are of important importance.

Keywords: Evaluation; teacher evaluation; educational evaluation.

 

 

 

Resumo

A avaliação é um processo transversal no campo educacional, geralmente impopular, incompreendido e, comumente, incompreendido. Avaliação é uma palavra polissêmica, é uma espécie de "ímã semântico" que permite dissipar certas questões que surgem na academia. É uma necessidade clara do avaliador, mas a atitude que provoca estende-se a nós próprios, desde a adesão e rejeição. Na disputa doutrinária de hoje, este é o problema que eu fingi difícil de resolver. Tentativas de avaliar o procedimento como um processo incluído no processo de educação e aprendizagem. A avaliação para além desses processos representaria talvez uma prática do instrumentalismo, e não apenas uma das aprendizagens. Consideramos a avaliação uma disciplina e, ao mesmo tempo, um instrumento de compreensão para melhorar as capacidades da prática educativa. Nesse sentido, a avaliação da prática educativa, o processo de autoavaliação, a avaliação institucional, os critérios de avaliação do trabalho e o sistema de avaliação são importantes.

Palavras-chave: Avaliação; avaliação de professores; Avaliação educacional.

 

Introducción

El presente debate didáctico representa un asunto que se muestra como de difícil resolución.  Trataremos de abordar a la evaluación como un proceso incorporado a los procesos de enseñar y aprender. Evaluar al margen de dichos procesos representaría una mera práctica instrumentalista que tal vez no de una cabal de los aprendizajes construidos.

Concebimos a la evaluación como campo y a la vez herramienta de entendimiento para poder mejorar la práctica maestro. De esa manera, cobra fundamental trascendencia la evaluación de las prácticas profesores, los procesos de autoevaluación, la evaluación de las instituciones, los criterios para edificar evaluaciones y los sistemas de calificación.

En una fase más presente, se han recuperado otros métodos de entendimiento en ciencias sociales y en educación apoyados en otras maneras de comprender lo cual es entendimiento válido, que habían sido abandonados de lado desde una óptica positivista por considerarlos acientíficos.

En este sentido los procedimientos cualitativos se aceptan como válidos para entender los hechos educativos a partir de una mirada de comprensión contextual de los individuos y sus interrelaciones interpersonales.

En la literatura de hoy, la evaluación se entiende como el recurso para proveer datos acerca de los procesos, que debería ser valorada luego para contribuir a la toma de elecciones de quienes gobiernan o intervienen en los mismos.  La evaluación de los estudiantes se entendería según Gimeno como “el proceso por medio del cual los maestros, en tanto que son ellos quienes realizan, buscan y utilizan información procedente de numerosas fuentes para llegar a un juicio de costo obre el estudiante generalmente o sobre alguna faceta especial de del mismo.”

La iniciativa misma de evaluación incluye la valoración en el sentido de que involucra no únicamente el nivel en el cual el alumno ha modificado su conducta, sino que se valora a su vez la adecuación de los resultados conseguidos a los criterios u fines deseables. La objetividad positivista no deja de ser una mera ilusión, debido a que se ha comprobado que ni la selección de los contenidos de las pruebas, ni el proceso de corrección son fines, lejanos a quien los selecciona y valora el contenido u proporciona notas a los alumnos.  Lo que no significa instalarse en el campo de la arbitrariedad.

 

Desarrollo

Perrenoud (1990) muestra que el triunfo y el fracaso estudiantil no son realidades o apreciaciones objetivas de competencias del alumno, sino el resultado de cómo se entiende y se valora el proceso y los resultados del aprendizaje de los estudiantes. En este sentido se puede asegurar según este creador que los buenos o malos resultados de la evaluación son categorías desarrolladas dentro del centro docente.

En toda evaluación se proporcionan fenómenos básicos, por un lado, la selección restrictiva del objeto a evaluar y por otra parte la emisión de un juicio    en la que intervienen magnitudes del individuo u objeto evaluado que no son considerados en la valoración pero que la condicionan. Esta contaminación se sabe cómo el “efecto halo”, que radica en la interferencia que produce la crítica    que se tiene sobre ciertos aspectos de una persona al ver cualidades específicas de la misma.  En otras palabras, la impresión sobre el todo condiciona la valoración de las piezas.  Este impacto es inherente a la percepción humana, de allí que la evaluación objetiva sea a cada una de luces imposible. Un claro ejemplo de esto podría ser que se evalúe a un estudiante en funcionalidad de su idónea presentación o buenos modales.

Hablar de valoración en evaluación involucra distinguir criterios de alusión, no solamente en quien realiza el juicio sino además como éste se lleva a cabo. Sin embargo, no tenemos la posibilidad de dejar de tener en cuenta que lo cual denominamos resultados de la enseñanza son elaboraciones subjetivas creadas ya sea por grupos técnicos o por medio de valoraciones sociales y de hábitos exigidos en las instituciones.

La evaluación docente es un aspecto a tener en cuenta a la hora de analizar la calidad del sistema educativo. La educación porque es un proceso integrado, sistemático, paso a paso y continuo que evalúa eficazmente las habilidades utilizadas, las habilidades científicas y educativas del educador y los cambios que se producen en el comportamiento de los estudiantes, es una parte importante de toda la tarea., La calidad de los proyectos de investigación, especialmente los resultados en la práctica educativa.

Según (Stufflebeam & Shinkfield, 1987) “La calificación es la recopilación de datos que funciona estableciendo metas que proporcionan comparaciones o escalas numéricas para justificar las herramientas de recopilación de datos y evaluando la selección de precios y objetivos”.

Si bien la evaluación tiene un espacio de trascendencia en la agenda didáctica, fue en cierta medida adquirida como resultado de una “patología”, debido a que el maestro transformó muchas de sus prácticas en funcionalidad de la evaluación, tornándose ésta en un estímulo más importante que el propio aprendizaje.

Lewin (1998) sostiene que, en las prácticas de enseñanza, la reacción evaluadora invierte el interés de conocer por el interés por aprobar en el tamaño que se estudia para aprobar y no para aprender. Es claramente el propio maestro que una vez que muestra un asunto estima relevante remarca su trascendencia manifestando que va a ser evaluado y de dicha manera va estructurando todo el caso de educación por nuestra situación de evaluación.

Sin embargo, esta práctica “patológica” puede verse modificada si los profesores recuperan el sitio de la evaluación como el espacio donde se produce la información acerca de la calidad de su iniciativa de enseñanza.

Otra característica que muestra la evaluación es que se la relaciona casi exclusivamente con procesos de medición, de acreditación o de certificación y rara vez con el proceso de toma de conciencia de los aprendizajes adquiridos o con los esfuerzos de la compra, de la comprensión o de la transferencia de ciertos temas o problemáticas.

Quizás esta agrupación casi mecánica de la evaluación con la medición, se deba a la profundo vertiente de la sicología conductista en la Enseñanza.  Como ya señalamos, se alcanzó pensar a partir de la teoría que con una correcta secuenciación de fines operativos se podría alcanzar resultados de aprendizaje esperados y de aquel modo se hacía de forma fácil observables o “medibles” y por tanto evaluables. Este modelo condujo a una pedagogía por fines (Bloom, 1972). Una de las más grandes fallas de este modelo es pretender homogeneizar todos los procesos de aprendizaje de los estudiantes. La evaluación en esta concepción se limitaba a verificar si los resultados logrados eran o no los previstos. Su funcionalidad era entonces sumativa y final, sin más aspiraciones que las de constatar el nivel de logro de lo obtenido, para poder aprobar o reprobar, promocionar o repetir.

 

La Complejidad de la evaluación

Si evaluar nos posibilita tomar conciencia del curso de los procesos y resultados educativos con el fin de valorarlos, se hace evidente que no solamente se nos muestran problemas de índole técnica (cómo obtener la información, con qué pruebas) sino además plantearnos alternativas de tipo ético (qué evaluar y por qué se debería comunicar sobre la evaluación de los estudiantes a los padres, otros maestros, a la sociedad y cómo manifestar los resultados).

Este hincapié nos hace ver a la práctica de la evaluación como una práctica profesional compleja que implica numerosas operaciones:  un proceso de compra, elaboración de información y expresión de un juicio de valor desde datos recogidos. Eliot lo sintetiza de esta forma:

Podemos percibir que, en las prácticas dominantes en el sistema educativo, la evaluación parece simple y se aborda con naturalidad, sin embargo, en realidad tiene más implicaciones que las que se expresan a simple vista.

Nevó (1983) reelaborando un esquema de Stufflebeam1 ofrece 10 magnitudes para examinar la evaluación:

¿Cómo conceptualizar la evaluación?

¿Cuáles son sus funciones?

¿Qué son objetos de evaluación?

¿Qué tipo de información pide la evaluación de algo en particular?

¿Qué criterios poseemos para dictaminar el mérito o la trascendencia de los que es evaluado?

¿A quién debería servir o a quién tienen que ser útiles los juicios de la evaluación?

¿Qué proceso se debe continuar para realizarla?

¿Qué procedimientos de indagación han de seguirse al evaluar?

¿Quién debería realizarla?

¿Con qué criterios ha de juzgarse la evaluación: ¿por su utilidad, factibilidad, por criterios éticos, por su decisión...?

Se torna evidente que el sentido y costo de la evaluación en la práctica, dependerá de las posibilidades que se tomen en cada una de las magnitudes que plantean estas preguntas. Ya que las respuestas son diversas, no se puede dialogar de técnicas y métodos válidos en cualquier caso y para cualquier fin. Cualquiera que escojamos tendrá que ser con interacción a su conveniencia y factibilidad.

Es bastante recurrente notar la necesidad de los docentes de contar con las novedosas técnicas devaluatorias, que reflejan en cierta forma el hincapié en el cómo por sobre el para qué evaluar.  Esto en cierta    obedecería a una intensa impronta teórica en nuestra tradición pedagógica del profesor, que la mayor parte de las veces quedan en el plano subyacente y no se explicitan, y el proceso de educación de la cual la evaluación forma parte.

Sin embargo, lo cual se constata entre las múltiples prácticas profesores, es que aparecen desarticulaciones internas, que no se explicaría sólo por la variable formación maestro sino además por el peso de la tradición pedagógica.  En otras palabras, evaluamos como    lo venimos realizando, pese a la incorporación teórica.

 

Evaluación educativa

La evaluación educativa, es una indagación aplicada que se recomienda decidir el nivel en que una organización o programa consigue saciar las necesidades y conseguir sus fines, o la efectividad de una organización en aplicación de los conocimientos científicos. Aun cuando tienen la posibilidad de utilizarse metodologías científicas para poder hacer conocimientos fines, válidos y confiables, su funcionamiento deseable no se aísla, sino que cada una de intervienen. No hay cambiantes extraños y por esa razón los conocimientos no son generalizables; su criterio de triunfo es dependiente de su utilidad en la toma de elecciones para el mejoramiento de la organización (Flores, 2009).

Sin embargo (Joan, 2006), menciona que la evaluación educativa es “un proceso sistemático de colección de información (cualitativa y/o cuantitativa) para enjuiciar el costo o mérito de cualquier entorno de la enseñanza (aprendizajes, docencia, programas, instituciones, sistemas nacionales de educación) previa comparación con unas reglas y criterios determinados con anterioridad y que responden a instancias de referencias específicas”.

 

Tipologías de evaluación

Evaluación diagnóstica o inicial.

Como nos sugiere su nombre la evaluación diagnóstica o inicial se efectúa inicialmente de la clase, posibilita establecer el caso inicial en que está un proceso educativo, esta radica en saber los conocimientos pasados de los alumnos, para que el maestro comience el proceso educativo de consenso al entendimiento de lo cual saben los alumnos y de lo cual no saben, con el objetivo que el maestro diseñe las tácticas didácticas conforme a la necesidad del conjunto de alumnos.

 Según (Castillo Arredondo & Cabrerizo Diago, 2007). “La evaluación inicial previo a empezar un proceso de aprendizaje es importante, y su meta es decidir el nivel de división del estudiante anteriormente a iniciar un nuevo aprendizaje, pronosticando de igual manera problemas y aciertos previsibles”.

 

Evaluación formativa

Esta clase de evaluación posibilita retroalimentar de forma reiterada a los alumnos en el lapso del proceso educativo, sobre zonas que necesitan atención, por medio de la recolección de datos del programa educativo del alumno, haciendo más fácil datos que permiten orientar, regular, cambiar o reforzar el proceso educativo de cada alumno, generando procedimientos que benefician el desarrollo de capacidades, reacciones, capacidades y destrezas, debido a que así tendremos la posibilidad de saber el instante en que se muestra un problema y resolver de forma efectiva, y no dejar todo finalmente para anunciar que el alumno reprobó la asignatura.

La evaluación formativa es de gran trascendencia en la evaluación debido a que ayuda como táctica de optimización al desarrollo del proceso educativo, beneficiando tanto al profesor como al alumno, con el objetivo de lograr las metas y fines planteados del curso.

Al respecto (Pimienta, 2008), confirma que: La evaluación formativa se dirige básicamente a la optimización de los procesos de aprendizaje de los alumnos, por lo cual las elecciones a tomar serían la restructuración de los contenidos, la reconceptualización de la metodología didáctica, la participación para mejorar el clima institucional, la conversación con los parientes y si el entorno lo posibilita, hasta la visita a la vivienda de los educandos, o sea, todo eso que contribuya a que los procesos de creación del entendimiento de los alumnos mejoren. Aun cuando se debe tener en cuenta que tienen la posibilidad de haber tanto cambiantes intrínsecos como extrínsecas influyentes en el aprendizaje de los alumnos.

Sin embargo (Brown & Pickforf, 2013), la define como “el método usado para reconocer y contestar al aprendizaje del alumno con el objetivo de reforzarlo a lo largo del propio proceso. Un componente característico sin el cual no podría ser formativa es la retroalimentación, que se apoya en dar comentarios al alumnado sobre lo cual ha realizado y recomendaciones sobre lo cual podría mejorar en el siguiente componente del trabajo”.

La evaluación formativa, toma presente todo el incremento del aprendizaje del conjunto, la que pretende decidir el logro alcanzado, los aprendizajes y progresos, en si revisar los conocimientos capacidades, destrezas que se otorgó en el proceso educativo del educando.

 

Evaluación sumativa

Su papel primordial es de evaluar la efectividad y eficiencia final de un proceso educativo. Se puede hacer una evaluación sumaria de todo un programa educativo, a fin de dictaminar si el resultado es positivo o negativo.

La evaluación sumativa o final tiene como funcionalidad utilizarse para acreditar o confirmar un aprendizaje. Para (López Frías & Hinojosa Kleen, 2002), “no es el test final, aun cuando no lo excluye, sino el resultado de globalizar la evaluación continua que se ha ido realizando a lo largo del proceso”.

 

Evaluación según criterios y según normas

El primordial desafío constituye en edificar criterios que nos permitan obtener información válida y confiable. En varias situaciones, los docentes creemos correcto evaluar teniendo presente el desarrollo de cada estudiante y por aquello 2 test equivalentes tienen la posibilidad de obtener calificaciones diversas debido a que se constituyó en criterio el logro o esfuerzo del alumno.  En aquellos casos, se ponderó el resultado por el reconocimiento personal del estudiante. En otras ocasiones, no obstante, está establecido un criterio normativo que nos hace evaluar conforme el conjunto. De este modo el mejor trabajo, obtendrá la nota máxima y a partir de dicha creación comparativa evaluamos lo demás del conjunto. A partir de esta visión, la educación obraría independientemente de las condiciones naturales de los estudiantes, de sus vivencias, de sus logros.

El problema puede radicar en que muchas veces utilizamos una u otra forma para justificar la nota que hemos construido anteriormente al examen del estudiante. Así a un alumno lo evaluamos por el incremento, a otro porque es el mejor examen y a un tercero por la creatividad de su contestación.  No está desajustada la probabilidad de integrar criterios diferentes de forma coherente, lo cual no es correcto es integrar a la evaluación como confirmación de nuestras propias suposiciones.

Una buena evaluación se apoya en el explicitación a priori de los criterios que se usarán para ofrecer cuenta del grado de producción y el costo de los mismos. En este sentido la información obtenida necesita una cierta elaboración, ponderando unos puntos sobre otros, seleccionando lo que se estima fundamental y significativo relacionándola con otros conocimientos sobre individuo evaluado.

Los docentes introducen en esta etapa sus propios patrones de valores, la iniciativa del rendimiento ideal, sus creencias acerca de qué es que denota cada dato visto, sus representaciones. Todos estos componentes conforman los esquemas mediadores del evaluador. Lo que podría ser demasiado sana para el sistema educativo podría ser que los docentes explicitasen el acuerdo y las discrepancias sobre las reglas de calidad que aplican a sus estudiantes, que se discutiesen las categorías de evaluación.

El problema de abordar la objetividad en la evaluación no radicaría en conseguir una exactitud de los juicios y su validez, sino en captar la dispersión de significados y representaciones que cada uno tiene y asigna a los criterios ideales con los que es comparable las realizaciones de los alumnos.  La subjetividad no se presentaría como un aspecto a descartar, sino en clarificar los significados pedagógicos de los criterios ideales y de esos esquemas mediadores, apuntando hacia una subjetividad compartida en constante revisión.

 

Instrumentos de evaluación

La manera más popular para evaluar fue la prueba, fue usado para revisar el aprendizaje de un estudiante como una rendición de cuentas que el estudiante está obligado a hacer. Empero se vio antes, la evaluación (cualquiera que sea su forma) debería ser frente a toda una situación de aprendizaje en la cual el alumno aprenda y logre retroalimentarse sobre su manejo para lograr mejorarlo.

 

El efecto de la comunicación de las evaluaciones

El comunicar los resultados de las evaluaciones tiene secuelas expertas relevantes ya que supone ofrecer cuenta de las propias percepciones, representaciones de los maestros y de determinada forma hacer público sus capacidades expertas. A más grande información brindada, más grande estabilidad profesional se requiere.  El hecho de comunicar la evaluación le pide al maestro explicitar sus actuaciones y sus valoraciones en relación a sus estudiantes.

 

Funciones de la evaluación

La evaluación ejerce muchas funcionalidades y sirve a diversos fines, no sólo para el individuo evaluado, sino además para el instructor, la organización educativa, las familias, la sociedad.  La necesidad de evaluar no nace en enseñanza como un requerimiento pedagógico sino de un imperativo institucional: se evalúa por la funcionalidad social que está llamada a llevar a cabo. En otras palabras, se evalúa a través de una labor históricamente asignada al colegio y en ella a los maestros, en un entorno dado con valores sociales específicos, por determinadas personas y con unos aparatos que no son neutrales.

En este sentido la práctica de evaluar crea un currículo escondo, y como tal los maestros tienen que plantearse la doble visión de qué evaluar y cómo hacerlo, tanto a partir del punto de vista pedagógico como desde las funcionalidades que cumplen la evaluación que hacen.

 

La funcionalidad social de la evaluación

Las funcionalidades sociales que cumple la evaluación son la base de su vida como práctica estudiantil.  En este sentido, la acreditación del saber y de las maneras de ser o actuar manifiestan la posesión de un capital cultural y de valores que la sociedad valora. Los títulos garantizan tanto estrategia como formalmente los niveles de competencia atribuidos socialmente en forma desigual, según cuales fueren.  De allí que ciertos títulos poseen prestigio y otros no dependiendo de los valores dominantes en cada sociedad y en cada instante

Hay fines selectivos y jerarquizado res que afecta no solamente a los maestros sino además a los papás y que después transmiten a sus hijos-alumnos. Perrenoud (1990) apunta que: “...aun cuando el colegio lo lleve a cabo evaluación formal alguna, aun cuando el maestro se abstenga de todo juicio público, ello no impedirá que los estudiantes se comparen y elaboren para su uso jerarquías informales, como lo elaboran en entornos que huyen al currículo.”

La acreditación del costo del aprendizaje escolarizado, dota a quien lo tenga un instrumento importante de poder sobre los valorados.  El evaluador no únicamente expresa sus criterios sobre lo cual es “normal”, “adecuado” e importante para el aprendizaje de contenidos de su materia, imponiéndolos como valores no discutibles, sino que la evaluación puede mantener el control de la conducta del alumno.  Tanto se manifieste a través de controles conflictivos, impuestos y autoritarios, sino además como dentro de un estilo liberal y democrático.

En este sentido, Gimeno apunta que “La evaluación es una manera tecnificada de ejercer el control y la autoridad sin evidenciarse, por medio de procedimientos que se dice sirven a otros fines: comprobación del saber, motivar al estudiante, informar a la sociedad, etcétera. Estamos frente a una funcionalidad, principalmente encubierta de la evaluación.” (Gimeno, 1959: 369).

 

Funciones pedagógicas

Las funcionalidades pedagógicas de la evaluación constituyen la legitimación más explícita para que se lleve a cabo, empero no son las causas más determinantes para que ella se haga.

Es por dicha razón que se torna primordial que se reflexione sobre las probables secuelas que tiene la evaluación sobre otras funcionalidades. Ejemplificando, nada de lo que sucede en las salas y el centro educativo es ajeno y todo es potencialmente evaluable. Es fundamental señalar que el éxito o fracaso en la evaluación es un costo que perjudica la relación entre estudiantes y docentes, debido a que sus resultados son referentes para las estructuraciones sociales.

Por otro lado, el ambiente estudiantil, no únicamente se refiere al clima Sico-social del aula, sino que en el tamaño que impregna las labores estudiantiles, se genera una proyección en los contenidos del aprendizaje que obtiene el estudiante. Si en teoría cada una de las labores son probables de ser evaluadas, no existirá otro aprendizaje ni otra cultura que vayan a ser valorados. Esto lleva a la confusión entre los docentes de no saber bien si evaluamos pues queremos revisar lo enseñado o enseñamos ya que tendremos que evaluar. Tal vez los estudiantes lo tengan más claro:  para ello es evidente que la evaluación es el diagnóstico de lo aprendido sino fundamento para aprender.

 

Aspectos éticos

La evaluación educativa, resulta determinante para la vida de las personas que no únicamente concierne a los políticos y evaluadores, generalmente, sino a la sociedad en pleno y más todavía a los maestros que son los ejecutores. Es por esto que los maestros deberían indagar mejor las formas de llevarla a cabo. Parecería que los únicos que no poseen ningún derecho en la evaluación son los estudiantes. Dado que la evaluación cumple funcionalidades tan diversas, puede plantearse un problema ético. 

Las maneras de evaluar, los contenidos y aprendizajes seleccionados, ponen de manifiesto, como dice Gimeno, los esquemas implícitos, la concepción que se tiene del “aprendizaje ideal” y de entendimiento relevante. Trabajan de filtro en el desarrollo del currículo.

Si es indudable que se evalúa para constatar lo aprendido, no es menos cierto que por medio de lo cual se exige al estudiante se conoce lo cual se muestra. En el tamaño en que la evaluación insiste en un tipo de aprendizaje, actúa como una práctica autónoma y mediadora que tiene fuerza para decidir el currículo real al que poseen acceso los alumnos.

Los propios profesores son dañados profesionalmente por las prácticas de evaluación imperantes y el entendimiento de aprendizaje que potencian.  Para conseguir una enseñanza selectiva y a partir de una óptica pedagógica, lo necesaria para la optimización de los procesos pedagógicos es mejorar la competencia de los docentes para hacer apreciaciones acertadas sobre sus estudiantes, desde las habilidades y esquemas de percepción, atribución e interpretación que tienen en las condiciones naturales de trabajo.

La utilidad pedagógica que puede tener la evaluación, está relacionada con la metodología que se utiliza para realizarla y expresarla. Si la evaluación está integrada a los procesos de educación y de aprendizaje, los datos más ricos, no van a ser los de carácter cuantitativo, sino los cualitativos, ya que hablamos de ver, o conceder un costo (Álvarez Méndez,1985).

Siendo los objetos de evaluación y los objetivos tan diferentes, se debería partir del principio de la complementariedad de metodologías y técnicas, cuya selección dependerá de cada caso en particular.

 

Conclusiones

Para poder recobrar a la evaluación como un nuevo espacio facilitador de la buena educación, se debe poner el hincapié según Gardner (1995) en la propia evaluación y no en el examen, en tanto que aquella privilegia la obtención de información en los entornos más informales y el segundo debate respecto de los superiores instrumentos para espacios neutros o descontextualizados.

Es fundamental que los alumnos perciban que se les evalúa para proporcionarles información más que para controlarlos. Lo importante estriba en que comprendan que se aprende por el interés que despierta el contenido y la actividad y no por el realizado de obtener meras acreditaciones,

El valor aspirar al conocimiento de nuestros propios estudiantes como sujetos ante la parcialización y fragmentación de sus propiedades que implica las prácticas clásicas apoyadas en pruebas formales o test que involucran continuamente una restricción e impiden entenderlo como persona.

El ideal pedagógico humanista es atender en la enseñanza a todos los puntos de la personalidad, entendiendo a la educación como comunicación personal y estímulo de las potencialidades personales y ayuda de superación de las restricciones.

La información lograda por los docentes (muchas veces por una vía informal), relacionadas con sus esquemas de apreciación, y en el lapso de la acción, son tal vez las más acertadas. El asunto pasa por darle una legitimidad científica y expresarlo de una forma sintética en una nota o calificación, esto reclama sin lugar a dudas otra forma de expresión.

Finalmente, debemos comprender como maestros que la incidencia de las evaluaciones en la formación de los autoconcepto de los estudiantes no es labor menor. El auto- concepto como imagen que poseemos de nosotros mismos está cargada de valoraciones hacía facetas de nuestra personalidad que influirían de forma decisiva durante nuestras vidas.

 

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